Amaba a la una, no con la pasión arrasadora, húmeda y caliente
con la que había amado a la otra, sino con un
sentimiento cálido, profundo y tranquilo. Amaba su tranquilidad,
su amabilidad, el modo en que sus ojos azules,
descansando en él mientras hablaba, le hacían sentirse envuelto en una esponjosa nube de amor.
Amaba verse reflejado
en aquellos ojos y encontrar allí al hombre fuerte, seguro
de sí mismo, que deseaba ser y que quizá no era, pero
que Virginia había construido. Amaba vaciarse del Gabriel
temeroso que había sido para llenarse como por vasos comunicantes, a través de ella, del Gabriel fuerte que quería ser.
Había imaginado muchos planes con ella, planes
que se amontonaban en un futuro nebuloso: los dos
hijos que tendrían, las cenas que organizarían, lo distintos
que serían de otras parejas... Pero, por otra parte, le preocupaba
algo más serio, una inquietud interminable, inexpresable, que apenas era capaz de formularse a sí mismo.
Existía cierto temor visceral y subterráneo, tan sensible
como un mareo, una extraña sensación de la que conseguía
hacer caso omiso la mayor parte del tiempo. Pero, a
medida que la fecha se acercaba, el estómago se le contraía
secamente, sentía náuseas y un temor muy profundo a estar equivocándose. De vez en cuando le acometían desmayos de la voluntad ...
2 comentarios:
¿Se lo puedo pedir a los reyes? Veo que te gusta esta escritora. Hecho de menos nuestras conversaciones por aqui. Ya se que estás en twit pero no es lo mismo.
Besitos
Pero qué hacéis por aquí???
Sime, sé que tienes razón pero es que: NO TENGO TIEMPO real para trabajar mas en el blog. Sé que tengo que organizarme pero ni eso puedo pararme a pensar.
Un beso, linda!!!
Todo lo que nos digas puede ser interesante, depende de ti.