La verdad es que no sé muy bien como empezar esta entrada pues los sentimientos corretean sin remedio dentro de mí. Siento que tengo que hacerlo, que me apetece, que me satisface y lo voy a hacer.
Llegó el día en que todo el mundo celebra la Nochebuena. Casi ya sin esperarlo, pues parecía no tener prisa por comenzar, alguien se resistía a no compartirla con nosotros. Todos nos habíamos hecho a la idea de que pasarían unos días pues no parecía haber ningún signo de que iba a ocurrir esa noche. Ni siquiera ellos estaban preparados. Pero quiso sorprendernos y lo consiguió. Rondaban las 8 de la tarde cuando sonó mi móvil:
- Estamos en el hospital. Todo va bien, no os preocupéis.
¿Cómo no nos íbamos a preocupar si estábamos deseando que ocurriera?
Nos revolucionamos, no sabíamos muy bien como actuar. Quien más y quien menos tenía ya su cena preparada casi esperando en la mesa. Decidimos esperar no vaya a ser que la cosa se alargara y fuésemos muchos los que desordenáramos esa Nochebuena.

Pensé que no sería ese día, ya eran las 11. No estaría mal que todo sucediera el día de Navidad. Pero no, las cosas nunca salen como yo las pienso, mi experiencia me confirma, cada vez más, que no debo hacer planes así que sobre las once y cuarto una nueva llamada me lleno de vida: Noa, acababa de nacer. Que placer saber que todo había salido perfecto, la pequeña no había querido dar problemas y hasta se portó bien al llegar aquí. La mamá simplemente se sentía cansada, ¡estaría bueno!, y el papá feliz de que todo hubiera salido bien. Los demás sólo éramos meros espectadores de esa vida que acababa de comenzar.

Quizás fuese esta alegría la que nos hizo cantar como nunca, la que nos hizo reír, la que nos emocionó o simplemente es que cada año nos hacemos más sensibles ante las buenas cosas.
Cuando mi mamá se cansó de fiesta la subí a la cama a descansar y no me lo pensé. Aprovechando que tenía que coger el coche para ir a buscar a mi compañero de juegos, llamé al feliz papá y le dije que iba para allá. El pobre, sabíendo del mal día, me advirtió que no podría ver a la peque ya que, madre e hija, estaban en observación. Le dije: "Voy a verte a ti y a compartir este momento, que sé que estás sólo y ya es Navidad".

Su enorme sonrisa, su cálido abrazo, me hicieron recordar un momento vivido anteriormente también con él, con ellos. Recordé su cara al pedirme que fuera la madrina de su primer hijo, cosa que me sorprendió pues siendo el pequeño de cuatro hermanos y dos hermana iba a tener que dar más de una explicación. Si es que el chico es buena gente y no puede ocultarlo. Por esto y por mil cosas más me siento muy afortunada. Es tan fácil compartir tu vida con personas tan fantásticas.

Noa ha llegado al mundo y le deseo que goce de una salud de hierro; que en su camino se cruce con gente tan estupenda o más que las que se han cruzado en el mío; que pueda compartir el amor con alguien a quien quiera y que la ame sin condiciones. Si todo va bien yo estaré a su lado todo el tiempo que la vida me deje. Su hermano es mi ahijado, por mi parte no le faltará de nada, y Noa será "la niña", esperada, soñada, amada... Mirando sus ojos, rozando sus manos, acariciando sus pies sientes que todo continúa, que cada uno debe ocupar su lugar. Tiene unos padres maravillosos, sabrá buscar lo bueno de esta vida, sin duda.
¡¡¡¡ BIENVENIDA A LA VIDA, NOA !!!!